Foto: María Pinnola
Percepciones previas de un espectador.
PRE- función:
Un escenario negro, humo, la sugestión de la nave parece inconclusa, probablemente el sonido y los cuerpos de los actores en la escena completen la imagen náutica.
La metáfora de “La Nave de los Locos” está en el aire, con ese clima dionisíaco que se presiente, es posible que solo sea sugestión de un espectador que ha leído el programa, pero el clima PRE-escénico es visible y eficaz: una plataforma o trampolín en el centro del escenario que lleva un dibujo gastado de un círculo de tiro al blanco, y que me recuerda a ciertos ‘circos del terror’ en los que participé como temeroso espectador.
Función y sub.-función:
Profundidad escénica, espacios ‘pluridimencionales’, que se expanden hacia todas las direcciones y en profundidad, que sugieren, en simultáneo, más de un significado visual y estético.
La nave se completa con los hombres que la habitan, un timón o un náufrago, y el vaivén contínuo del oleaje que golpea el navío.
Ellos, los hombres y mujeres de la nave, se comunican por gestos y sonidos amorfos, las frases sonoras que utilizan nos permiten, como público, comprender estos códigos inventados que apelan a la subjetividad y la percepción auditiva y analógica (gestual, simbólica, etc), induciéndonos a la comprensión del entramado dramático del texto; es decir, la dramaturgia.
Continuidad temporal, sinopsis poética:
Un viaje que se comienza con la llegada de un tripulante errante, y la posibilidad de un nuevo rumbo para todos estos hombres abandonados por el destino; al mar.
Como público seremos; El Horizonte, El Mar, y El Destino a la vez.
La construcción del clima escénico es el punto central de la obra. El desarrollo musical, a partir de esa metáfora que será: lumínica, sonora y corporal; es el instrumento principal de los actores, que entreteje la trama dramática con una impronta estética muy panicular.
Los cuerpos crean tensiones y oposiciones constantes, que nos indican direcciones concretas, la mirada como organizadora del movimiento no es un punto pasado por alto entre estos hombres, que mezclan y configuran, en su práctica; la antropología teatral, el mimo, el clown, con el absurdo de esta nave habitada por la “incoherencia de unos locos a la deriva” quienes, al igual que los actores que lo interpretan, ejercen su búsqueda a través de la expresión.
El sin rumbo, y la incertidumbre, como símbolos de condición humana, de búsqueda de una verdad absuelta de razón, de lógica, libre de juicio, una verdad única para cada viajero.
Un espacio donde sus propias metáforas personales, las del actor y las del personaje, son visibles por medio de las partituras de movimiento que cada cuerpo ejecuta durante su función escénica, que es estética y ética a la vez.
La Lluvia invade el espacio, y los cuerpos se dejan traspasar por la sensación del agua en la piel, en la cara, en los ojos…
La impronta poética:
La obra es ética y estética a la vez, sin perderse en ninguna de estas dos funciones dramáticas propias del teatro.
La precisión es la base sobre la cual estos actores construyen. La estética es contenido, es el texto que mantiene la tensión entre el público y el actor, que aporta libertad a esta búsqueda rítmica, sonora y física, personal y colectiva.
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